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lunes, 22 de septiembre de 2014

La definición de la belleza

Por: Chato Wilbury

Entre las personas más interesantes que conozco, está quien ama el arte. Tanto su historia como sus implicaciones en la cultura, o sea, la manera en que el ser humano se manifiesta. Siempre hablar de arte nos arrincona en tratar de definirlo, sobre todo cuando la plática se pone álgida. Poco antes de los arranques sobre tendencias polémicas, pasamos por tratar de definir la estética.



Es curioso, pero la estética no es un concepto tan subjetivo como pareciera. En primer lugar, debemos recordar que el valor estético es resultado de una apreciación humana y el ser humano es parte de un proceso evolutivo (con perdón de los creacionistas, claro). Es el ser humano, el que pone su pupila como “vara de medida”. De ese modo calificamos algo de bello o grotesco, de equilibrado o disonante, etc, etc.



LA PROPORCIÓN ÁUREA



Constantemente he manifestado que la estética tiene una “unidad de medida”, dicho con mayor precisión, la belleza tiene una “constante matemática”: LA PROPORCIÓN ÁUREA (1.618). Dicho comentario y la subsecuente explicación, deriva en una especie de iluminación espiritual y demás cosas esotéricas. Como si quisiera convertir a la gente a una religión de la nueva era, donde todos somos producto de un “gran arquitecto del universo”, como dirían los masones.



Esta nota es para pedir que no me malinterpreten. La proporción áurea y su desarrollo como serie de fibonacci (en su expresión lineal) o como espiral logarítmica (en su expresión polar), son recursos funcionales de la naturaleza.


 El concepto básico de la Proporción Áurea y
la Serie de Fibonacci.



LAS ESTRUCTURAS NATURALES



El crecimiento de los árboles es una batalla por la eficiencia. Cuidan su geometría para que las hojas no se estorben entre sí, y la energía que gasta en crecer, se aproveche en recibir más luz del sol. A la vez, el crecimiento de las ramas cumple la serie de fibonacci y siempre en el sentido que el Efecto Coriolis le indique (otro hermoso fenómeno natural, por cierto).



Los caracoles, tienen esa geometría derivada de la multiplicación exponencial de sus células al reproducirse. Lo mismo con el acomodo de los pétalos y los pistilos de las flores.



Nosotros, al formar parte de la naturaleza, vemos sus construcciones como algo acogedor y funcional. Por eso al construir o diseñar, procuramos obedecer las mismas proporciones, pues de eso estamos hechos.



Hay quien ha tratado de extrapolar todos estos comportamientos biológicos a las macroestructuras físicas de la naturaleza por medio de la teoría de fractales. Muchos ejemplos muy bien fundamentados por cierto, pero nuestros sistemas de cómputo deben desarrollarse más para poder comprobar que, efectivamente, lo que creíamos más caótico tiene en realidad una estructura y un orden. Mientras tanto, la teoría de fractales es una muestra más de la belleza de las matemáticas (las cuales no sé si son físicas o humanas, pero definitivamente son otro hermoso elemento natural, del que platicaremos cuando tenga un conocimiento mínimo de ellas).



EL HEREJE TITUBEA



No digo que por esta aclaración, ya no crean en nada. Solo digo que la naturaleza tiene tantas maravillas, que no se detengan con la primera que les sorprenda.  

De hecho, no tengo evidencia para negar que somos el amoroso resultado de una mente superior, aunque tampoco para negar que somos ratas en un laboratorio extraterrestre (O que el universo es cargado por una tortuga gigante, ya que estamos).



Eso sí: Con enorme emoción concluyo, que es el conjunto en sí de todos los fenómenos naturales, lo que trae verdaderas experiencias espirituales. Todos los secretos de la naturaleza juntos, al apreciarlos y admirarlos (incluso tratar de entenderlos), son lo que sorprende y cautiva. Pensar que somos la manera que tiene el propio cosmos para admirarse a sí mismo y ver la pupila asombrada, que descubre cómo apunta sí es una experiencia espiritual.



Escaramujo: El más grande himno 
al conocimiento escrito 
en el idioma español.